Las petroleras, cada vez más David que Goliath

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Siempre me ha gustado más David que Goliath, y también prefiero las energías renovables que las procedentes de combustibles fósiles, sobre todo cuando ni estas ni aquellas tienen un negativo impacto ambiental.

En esta ocasión, la noticia incluye todos estos elementos, ya sea de forma directa o indirecta, y lo hacen de forma positiva. Por un lado, tenemos a nuestro Goliath de auténtica pesadilla, afortunadamente cada vez más David. Y, a la inversa, un actor social pequeño que, afortunadamente, está cobrando importancia.

El exitazo de una campaña ecologista

Además, está en juego el respeto ambiental a la hora de generar energía, con el agravante de que hacerlo supone un importante daño ambiental, como ocurre con las energías fósiles desde su extracción hasta su uso.

El cóctel de estos nefastos elementos se suman a la denuncia constante que realizan las ONGs ambientalistas, inasequibles al desaliento, a pesar de su posición siempre en desventaja. O quizá no, pues esta vez ha ocurrido justo lo contrario.

Gracias al éxito de una campaña ecologista que ha cambiado de estrategia tres bancos que se encuentran entre los mejores del mundo han dado su brazo a torcer. Sus préstamos para petroleras, finalmente, estarán supeditados a que se sigan las indicaciones de los informes ambientales a la hora de llevar a cabo su proyecto.

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Que sepamos, nunca había ocurrido algo similar. Sea como fuere, muy claramente, es la primera vez que se da participando actores de tanto peso internacional, como son la petrolera Shell y bancos de la talla de el suizo Credit Suisse, el francés BNP Paribas, el británico Standard Chartered, el Banco de Japón para la Cooperación Internacional y otros bancos nipones. En concreto, Tokyo-Mitsubishi UFJ, Mizuho Bank y Sumitomo Mitsui Banking Corporation.

Dispuestos a ganar la batalla, en el lado ambientalista, fue el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) quien hizo la jugada maestra para, contra todo pronóstico, conseguir lo impensable.

El final de la historia o, mejor, del capítulo, escribió el tan ansiado «happy end» cuando los bancos decidieron condicionar sus préstamos a la empresa Sakhalin Energy, -de la que Shell es el mayor accionista-, aceptara el asesoramiento científico para limitar el impacto que iba a tener sobre las ballenas su ampliación sus instalaciones en Sajalín.

Los expertos, dirigidos por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), obligaron a modificar el trazado de un nuevo oleoducto, alejándolo de las áreas de alimentación de la ballenas grises y a implementar un plan de reducción de la polución acústica que ocasiona la búsqueda de bolsas de hidrocarburos.

Un éxito sin precedentes, pues Shell aceptó. Bancos mediante, es cierto. Presionados, también es cierto. Pero lo hizo, siguiendo además a pies juntillas el 90 por ciento de las 539 recomendaciones.

Y, cómo no, ahora la historia seguirá su curso, idealmente por esta senda. Así lo reclaman los activistas ambientales, de cara a futuros casos, y también quienes los apoyamos. Es importante, sobre todo, que no sea una excepción. Convertirlo en norma, por lo pronto, ya ha dejado de ser una utopía.

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