Seguridad de la energía nuclear en Europa


El accidente de la central nuclear de Fukushima después del tsunami acaecido en Japón ha llevado de nuevo al debate público la seguridad de las centrales nucleares. Como es natural, cada cual arrima el ascua a su propia sardina. Lo que nadie puede negar es que las explosiones en la central se suceden y con cada una de ellas aumenta el riesgo de un gravísimo desastre nuclear, que se añadiría al desastre natural. Pero también es verdad que, salvo en unos pocos lugares del mundo, es muy poco probable que se produzca un terremoto. Eso sí, más vale no ubicar centrales nucleares en zonas de alto riesgo de sismos.

El caso es que tras varias explosiones e incendios, se ha detectado radiación en la zona que ocupa la central. El Gobierno japonés ha decidido crear una zona de seguridad en un radio de 30 kilómetros. Pero las consecuencias de estos accidentes están llegando a miles de kilómetros de distancia, a Europa, donde algunos gobiernos se replantean su política sobre la energía nuclear. Angela Merkel, la canciller alemana, que hasta ahora defendía la seguridad de las centrales nucleares de su país, ha ordenado que dejen de funcionar las siete centrales más viejas de Alemania, mientras se verifica su seguridad. No sólo eso. El comisario de Energía de la Comisión Europea, Günter Oettinger, ha convocado de manera urgente a los ministros de Energía de la Unión Europea, a las autoridades nacionales de seguridad nuclear y a representantes de la industria para tratar el asunto de la seguridad nuclear. Pero, ¿si no se hubiera producido el tsunami, un fenómeno lejano y con pocas probabilidades de que suceda en Europa, se hubiera revisado la política nuclear? No lo creo.

A buen seguro, los responsables de la seguridad nuclear en Europa decidirán que todas las centrales nucleares europeas se sometan a pruebas de resistencia para evaluar su seguridad ante catástrofes como la ocurrida en Japón. Transcurridos unos meses (que tal vez deparen el cierre de una o dos centrales que no se consideren suficientemente seguras y que, probablemente, coincidirán con las menos rentables) continuarán funcionando como ahora. Sólo habrá que rezar para que no se produzca un desastre de tal magnitud que afecte a las instalaciones nucleares europeas.

Por su parte, la industria nuclear tiene una visión muy distinta. Sin ir más lejos, la presidenta del Foro de la Industria Nuclear española, María Teresa Domínguez, ha afirmado que después de soportar un terremoto de 9 grados de magnitud en la escala Richter, un tsunami y otras sesenta réplicas del sismo, se puede considerar que las centrales poseían «una gran fortaleza». Pero el problema no es que se mantengan en pie, funcionando, después de tal temblor de tierra. El problema es que se produzcan fugas en el reactor y sus consecuencias.

Por último, los grupos ecologistas hace tiempo que piden el cierre de las centrales nucleares. Por tanto, en este momento, su actitud es, al menos, la más consecuente. No piden nada nuevo ni han cambiado el discurso de su mensaje. No quieren nucleares bajo ningún concepto. Y situaciones (aunque sean extremas) como la que ha ocurrido, les da la razón.

El caso es que hay 143 centrales nucleares en Europa. Y no se van a desmantelar mañana. Así que, lo importante es comprobar que sean totalmente seguras pase lo que pase, así como decidir cómo llevar a cabo su cierre sin causar demasiados perjuicios sociales y económicos.

No está de más señalar que se producen muchas más muertes por el uso del carbón, el petróleo y el gas natural, así que se debería revisar toda la política energética, no sólo la nuclear. Incluso la eólica y la solar producen más muertes en relación a la cantidad de energía que son capaces de producir. Todo depende del cristal con que se mire.

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