La visita del director general de Medio Natural de la Generalitat, Alfredo González, a la planta de biomasa forestal del municipio valenciano de Ayora ha sido productiva, al menos en lo que a declaraciones positivas y esperanzadoras se refiere. Porque, y esto sería histórico si tuviera concreción real, según ha anunciado González, el gobierno autonómico potenciará la gestión de los bosques para aprovechar su biomasa con el doble objetivo de generar ingresos en las zonas rurales mientras se avanza en la prevención de incendios.
Gestionar de forma sostenible los recursos forestales es una reivindicación antigua de las organizaciones ecologistas y de los grupos conservacionistas en general, avivada este verano en tierras valencianas tras los incendios devastadores de Cortes de Pallás y Andilla, que afectaron las provincias de Valencia y Castellón. Así, aún cogida con pinzas y con un cierto escepticismo, es interesante que los políticos hablen del tema, en este caso del Plan de Acción Territorial Forestal, como un futuro motor de desarrollo económico.
Hoy por hoy, sin embargo, el panorama poco tiene que ver con ese desideratum. Al margen de casos aislados, incluidas pequeñas experiencias piloto impulsadas desde la autonomía, y de planes o proyectos que tienen nula o anecdótica plasmación práctica, el monte valenciano está sin arreglar y, por supuesto, también sin explotar de forma sostenible.
Conseguir que la gestión sostenible del monte sea una realidad todavía es una utopía, teniendo en cuenta la desestructuración del sector, la ley de la selva que impera a través del lobby forestal reinante y demás. En fin, vayamos o no por buen camino, parece buena idea unir desarrollo forestal y rural, a ser posible a través de una apuesta decidida por la biomasa, y en eso la política autonómica parece acertar, al menos de boquilla.