El agua dulce es un recurso escaso, que vale oro en las regiones áridas del planeta. Su escasez para el riego en estas zonas ha hecho que proliferen distintos métodos para aprovechar aguas salobres, pero lo difícil es que además de eficaces, también sean sistemas sostenibles. En el caso que nos ocupa, se cumplen las dos condiciones: funciona, es decir, el agua es apta para el riego, y no supone una merma de recursos naturales.
Científicos de la Universidad Ben-Gurion del Negev, en Israel, ha conseguido algo tan prometedor como la creación de un oasis artificial en el desierto, gracias a un sistema de desalinización impulsado por energía solar.
El sistema utilizar la nanofiltración para purificar el agua local, desalinizándola y, en fin, dejándola a punto para poder regarse sin problemas. Así, con el Proyecto del Oasis Josefowitz, sus autores afirman que se demuestra que regar agua desalinizada es más productiva, obteniéndose también un mayor rendimiento de los fertilizantes inorgánicos, en comparación con las prácticas tradicionales. En concreto, las cosechas aumentaron y necesitaron un cuarto menos de riego, así como de fertilizantes, además de resultar más sanas que las que utilizan agua salobre o de mala calidad.
Sin duda, estos resultados tan optimistas hacen confiar en que el sistema pudiera servir para combatir la inseguridad alimentaria en todo el mundo, especialmente en las zonas más pobres. Y, en cuanto a la sostenibilidad, además de suponer el aprovechamiento de un recurso natural problemático, la planta desalinizadora se alimenta con la energía del sol. Por si fuera poco, además las pruebas experimentales fueron realizadas con un consumo de energía mínimo de la unidad que desaliniza el agua, obteniéndose los resultados apuntados. Entonces, los mismos resultados nos permiten hablar también de eficiencia.