Japón ha reculado en su decisión de abandonar la energía nuclear para 2030, tal y como informamos hace poco más de una semana. Por lo tanto, nuestro gozo en un pozo: el tan esperado anuncio oficial que iba a fijar dicho año para darle un definitivo adiós no se producirá o, en todo caso, la fecha será tardía.
Ganas de abandonarla no faltan, o eso dice ahora el gobierno, pero será imposible hacerlo para 2030, afirma tajante. Una negativa que contradice y deja poco menos que por mentiroso a la declaración conjunta realizada por altos funcionarios japoneses sobre la firme intención de abandonar la nuclear para entonces.
Así, como quien no quiere la cosa, el gobierno ha dejado caer que tales planes no son realistas o, lo que es lo mismo, los tacha de utópicos. Es más, se ha retirado la moción para eliminar la energía nuclear, argumentando que los responsables políticos tomaron la decisión con excesivas prisas.
Esta supuesta precipitación olvidó, según un comunicado difundido por el Ministerio de Comercio e Industria, que un cambio tan radical en la fuentes de energía para el país implica un esfuerzo titánico en el que se verá implicada la nación entera, por lo que no sólo compete al ámbito de los funcionarios que hicieron las declaraciones.
Más allá de estas declaraciones diplomáticas, este volverse atrás ha sido una reacción del gobierno tras ver la respuesta del país ante al anuncio realizado. No en vano, representantes de la industria y los negocios del país han estado poniendo el grito en el cielo desde que fijó el 2030 como fecha del cambio. Sus alegatos giraban en torno a una supuesto desastre económico del país si se cumplía lo anunciado, principalmente porque se necesitaría comprar energía afuera. Por lo tanto, este pánico suscitado habría sido la razón más probable de haber reculado. De todos modos, también es cierto que el compromiso no se llegó a hacer oficial.