Con la guerra comercial fotovoltaica que libran Europa y China -con ventaja asiática, por cierto-, ya puede ir espabilando la UE para no acabar siendo devorada por el gigante amarillo. En algo ha de ayudar, o eso esperamos, el recién estrenado centro de investigación que ha inaugurado esta semana la Comisión Europea en Ispra, al norte de Italia.
No sólo son unas simples instalaciones dedicadas a estudiar la energía solar como fuente renovable, sino que concentran físicamente toda la investigación de la Unión Europea en tecnologías solares de vanguardia.
En el proyecto se han invertido 3 millones de euros, con el objetivo último de conseguir que, como energías verdes, «sean claves para el crecimiento, el empleo y una mejor calidad de vida en Europa», apuntó la comisaria europea de Investigación, Innovación y Ciencia, Máire Geoghegan-Quinn.
Carrera mundial
Lógicamente, los logros de sus investigadores se contemplan en el contexto de la pugna global que existe por una energía verde y competitiva, concretamente en lo que respecta a la energía fotovoltaica, con un «enorme potencial para aumentar la eficiencia y reducir costes», dijo la comisaria en clara alusión a la problemática que suponen las prácticas chinas de dumping.
El laboratorio European Solar Test Installation (ESTI) es un espacio para la experimentación único en el mundo, que realiza pruebas de células y paneles solares de todo tipo para evaluar e intentar mejorar su rendimiento. Sobre todo, aspira a ser un centro de referencia mundial en verificación de nuevos logros tecnológicos.
Asímismo, con este laboratorio Bruselas confía en que se la considere una base a partir de la que poder establecer normas internacionales sobre este tipo de energía, algo que sería interesante de cara a la competencia desleal. Pero, sobre todo, de cara a traducir los avances europeos en productos comerciales.