Los alemanes tendrán que rascarse el bolsillo si quieren apagón nuclear


“Quien quiera vivir en el país de las energías renovables, quien en el futuro quiera energía de fuentes renovables, debe estar dispuesto a que la infraestructura se cambie, y a que cada uno deba cumplir con su parte”, ha dicho a sus conciudadanos la canciller alemana, Ángela Merkel, en su tradicional mensaje audiovisual de los sábados.

Así de clara ha sido la jefa del Gobierno germano en su mensaje, recordando que los sueños ecológicos pueden hacerse realidad, pero con money de por medio, en esta ocasión no sólo a cargo del erario público, sino también del consumidor final. Es el precio que habrán de pagar los alemanes para ver culminado el apagón, es decir, la modificación del último plan de energía nacional que pretende abandonar la energía nuclear por la vía rápida.

El plan va a costar al país un ojo de la cara. Concretamente, entre 1.000 y 2.000 millones de euros al año es lo que se ha de apoquinar, una cantidad variable según vayan siendo las necesidades del plan, que culminará en el 2022. Por lo tanto, inmersos como están en el proceso que cerrará todas sus centrales nucleares, Merkel explica que quedan “algunos problemas por solucionar”, como conectar plantas biogás con las energías renovables o dar con buenas fórmulas para almacenar la energía verde producida.

El ciudadano ha de estar preparado para pagar facturas bastante más elevadas, ya que los cambios en la forma de producir y transportar la electricidad repercutirán en el coste que ha de asumir el usuario final y también se esperan cesiones por parte de las asociaciones medioambientales y del sector privado. Eso sí, a una de arena, le siguió otra de cal, y es que Merkel consideró “un enorme éxito” que en la actualidad el 20 por ciento de la energía producida en Alemania provenga de fuentes renovables.

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