Sustituir las viejas bombillas por las de bajo consumo marcaría una diferencia abismal en iluminación eficiente a nivel mundial, lo que se traduciría en un ahorro económico de miles de millones de dólares y en una gran ayuda para detener el calentamiento global.
Traducido a un ejemplo muy gráfico, el cambio equivaldría a sacar de las carreteras a 122 millones de coches, evitando hasta un 8 por ciento de las emisiones mundiales, tal y como explica Achim Steiner, director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), organismo que ha puclicado un estudio sobre la cuestión en Río + 20, la Cumbre de Naciones Unidas de Desarrollo Sostenible que acoge la capital brasileña del 20 al 22 de junio.
Según el trabajo presentado, una iluminación eficiente ahorraría unos 110 mil millones al año, únicamente con la eliminación gradual de las bombillas incandescentes y haciendo una serie de cambios simples. El resultado en cuanto a consumo sería de un 5 por ciento más de electricidad disponible con el mismo gasto, lo que significa un importante ahorro.
Los gases de efecto invernadero (CO2) también se verían reducidos, en concreto en un 6 por ciento, estima el informe. Ello sería equivalente, por ejemplo, a cerrar más de 450 plantas eléctricas de carbón. El estudio ha sido publicado por el Pnuma, con la colaboración del Fondo para el Medio Ambiente Mundial y de la Agencia Internacional de Energía (AIE). Para llegar a estas conclusiones, los investigadores estudiaron las cifras de un total de 150 países. Muchos de los países analizados, por otra parte, obtendrían cuantiosos beneficios ambientales y económicos de iniciar un programa de sustitución de bombillas, llegando a dividir entre dos su factura eléctrica. Actualmente, únicamente alrededor de medio centenar de naciones están propiciando la transición con programas para desterrar las bombillas incandescentes.