La supuesta competencia desleal en la que incurre China con la venta de sus paneles solares a precios de risa ha llevado a que la Comisión Europea investigue un posible dumping (venta por debajo de los precios de producción) sobre las exportaciones de los mismos realizadas desde aquél país.
Aunque pueda parecer lo contrario, el negocio de paneles solares y de sus componentes no está en buen momento en China. Los fabricantes chinos están sufriendo grandes pérdidas, pero no hay riesgo alguno de quiebras, al menos para las grandes compañías, ya que las ayudas gubernamentales apoyan al sector incondicionalmente. No en vano, quieren convertirlo en uno de los pilares de la tríada de la industria estratégica emergente del país que, junto a la biotecnología y la ingeniería aeroespacial, hagan del país una de las mayores potencias mundiales en tecnología.
De hecho, la amenaza europea de instaurar aranceles para paliar el supuesto dumping es uno de los problemas a los que la industria solar china se enfrenta. La decisión dependerá de los resultados que se obtengan de la investigación antidumping que Bruselas iniciará a raíz de una denuncia presentada por la asociación sectorial EU ProSun.
La investigación tendrá una duración de quince meses, y de hallarse pruebas que demuestren la práctica generalizada de dumping, se aprobarán los aranceles que tanto teme China. Sin ir más lejos, durante el pasado año, ésta exportó a territorio de la Unión Europea paneles solares por valor de 21.000 millones de euros, por lo que sería un fuerte golpe para el sector y, más allá de eso, para el país en general. No olvidemos que la estrategia que persigue la política de subvenciones es lograr ser una nación creadora de tecnología o, lo que es lo mismo, ir diciendo adiós a ser la fábrica del mundo, con trabajadores que hacen interminables jornadas, de baja especialización y salarios ínfimos.