Toda una comarca con calefacción sin usar combustibles fósiles


Otra ciudad que demuestra que se puede funcionar sin combustibles fósiles. Y, para más inri, no está ubicada precisamente en una región cálida donde no es necesario encender la calefacción más que un par de días al año. Se trata de Kristiansand, una localidad en el sur de Suecia.

Lo han conseguido gracias a la política que ha llevado a cabo el Gobierno local: la sustitución, paulatinamente, de todo el combustible usado en las calefacciones por otro proveniente de energía generada a partir de biomasa, restos de productos alimentarios (el sector agrícola es importante en la economía de esta región) o madera.

Kristianstad, un municipio de casi 80.000 habitantes, utiliza la energía de una planta ubicada a las afueras de la ciudad para generar toda la energía necesaria para hacer funcionar las calefacciones de sus ciudadanos. Además, es una forma de reducir los residuos.

Para conseguir este autoabastecimiento energético, se han tenido en cuenta qué materias primas se podían recolectar en la región y, por otra parte, se puso en funcionamiento una planta que las aceptara todas para generar la energía. Así, la energía se genera a partir de una mezcla de muy diversos ingredientes, como la cáscara de patata, excrementos, aceite comestible usado (que, además, se recicla), incluso galletitas. Con todos estos «ingredientes» se genera biogás, una forma de gas metano que posibilita que las calefacciones funcionen.

Por supuesto, hubo que invertir en la infraestructura. Fueron unos cien millones de euros los necesarios para establecer el sistema de calefacción centralizado. Pero, con una perspectiva a largo plazo, significa ahorrar dinero: ya se está ahorrando en energía unos 3 millones de euros por año. Además de proveer al sistema de calefacción, la energía también sirve como combustible para coches municipales, autobuses y camiones. Los resultados: una emisión de dióxido de carbono per caṕita de sólo 4,1 toneladas por persona. En Estados Unidos la cifra es de 19,18 toneladas.

En 1991, el Gobierno sueco estableció un impuesto a las emisiones de dióxido de carbono. Así, o te pones las pilas para no contaminar o pagas más impuestos.

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