Un año más, el derroche de las luces de Navidad


Cuando aún nos encontramos en noviembre ya se han encendido las luces de Navidad. Cada año, los grandes centros comerciales, los pequeños comerciantes y los ayuntamientos encienden antes las absurdas luces y, en muchos casos, aumentan su tamaño. Ni la crisis económica ni la conciencia por ahorrar energía que está presente el resto del año parece que afecten ni lo más mínimo a esta tradición. Además, es un atentado ecológico por partida doble: se gasta electricidad innecesariamente, contribuyendo al cambio climático, y se fomenta el consumismo.

Parece que los comerciantes olvidan que, en casi todos los casos, la electricidad no es una energía limpia, pues su origen es la combustión de materias primas fósiles (centrales térmicas de carbón y de gas), o de centrales nucleares, lo que supone una fuente de emisión de dióxido de carbono (CO2), principal responsable del cambio climático.

Tradicionalmente, en España, se inauguraba el tradicional alumbrado navideño en días cercanos al 8 de diciembre. ¿Por qué este adelanto? ¿Dónde están las promesas de austeridad de todos los políticos? Dos semanas de adelanto que suponen un gasto energético y económico. Además, grupos ecologistas denuncian que algunos Ayuntamientos incumplen la prohibición de usar el arbolado para sostener las luces navideñas.

Hay que hacer, por tanto, un llamamiento a la moderación, no sólo a los responsables políticos y a los comerciantes, sino también a la ciudadanía. En casa, en las oficinas, se está incrementando el uso de adornos navideños que precisan para su funcionamiento de electricidad. Es un derroche de energía eléctrica que provoca un aumento en el coste del recibo de la electricidad. Si no hay más remedio que coloca adornos, se deben usar dispositivos de bajo consumo.

Finalmente, grupos ecologistas y de consumidores señalan que son precisamente los ciudadanos como consumidores los que pueden cambiar esta tendencia si no se dejan arrastrar por las luces que colocan los establecimientos comerciales como si fuera una extraña y moderna versión de El flautista de Hamelín.

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