Hartmut Michel, Premio Nobel de Química: «La tontería de los biocombustibles»


Un nuevo capítulo en la polémica sobre los biocombustibles. Parecía que el asunto estaba más o menos claro. Resumiendo y simplificando: biocombustibles de primera generación, no; los de segunda generación, sí.

Pero parece que no es tan sencillo. Hartmut Michel, Johann Deisenhofer y Robert Huber ganaron el Premio Nobel de Química en 1988 por mostrar la estructura tridimensional de las proteínas que realizan el proceso de fotosíntesis en las plantas. El primero de estos científicos, Hartmut Michel ha escrito un artículo, titulado The nonsense of biofuels (el sinsentido de los biocombustibles) en el que afirma que el cultivo para producir biocombustibles es absurdo.

Michel cree que el proceso de elaboración de los biocombustibles es muy ineficiente. Por otra parte, es perjudicial para la humanidad, ya que se está usando una superficie cultivable que se podría utilizar para el cultivo de alimentos. (Con la segunda generación puede combatirse, en parte, la especulación en el precio de alimentos, pero no la especulación en el precio del precio de los terrenos.)

Según explica Michel en su artículo, en el proceso de fotosíntesis de las plantas sólo se absorbe un 47% de la energía lumínica que llega. Además, las luces verde, ultravioleta e infrarroja no les sirven a las plantas. Más aún, con un 20% de la radiación lumínica máxima del sol las plantas ya están saturadas. En otras palabras, el 80% de la radiación solar máxima queda fuera del proceso.

Todo esto significa que la cantidad que puede ser almacenada por las plantas supone un 11,8% de la energía que reciben. No se puede decir que sea muy eficiente. Pero hay que contar con muchos otros factores, como cada noche sin Sol, la falta de agua, etc. En definitiva, una planta perfecta en condiciones siempre igualmente perfectas podría llegar a una eficiencia en su proceso de fotosíntesis de un 4,5%. En condiciones reales, la eficiencia es de un 1%.

Emisiones de carbono

Basándose en estos datos, Michel calcula cuánta energía solar se almacena en las plantas que sirven para elaborar algunos biocombustibles. Por ejemplo, la colza alcanza una eficiencia que no pasa de 0,1%, el bioetanol queda por debajo del 0,2% y el biogás se aproxima al 0,3%.

Pero se puede ir más lejos y calcular cuánta energía se ha consumido en el proceso de crecimiento de las plantas: más de la mitad de la energía obtenida ya se utilizó en este proceso, sobre todo, en la fabricación de fertilizantes, pesticidas, maquinaria agrícola y en el transporte.

En resumen, la producción y posterior utilización de los biocombustibles (incluso los de segunda generación) ni siquiera llega a ser neutral en carbono: emite más de lo que absorbe.

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