Los primeros biocombustibles que se usaron para sustituir a los hidrocarburos procedían de cultivos de alimentos. Fue la primera revolución. Luego, llegó la segunda, en la que áun estamos inmersos, en la que los combustibles biológicos proceden de cultivos que no se usan para cultivo de alimentos para el ser humano. Pero aún se puede seguir mejorando.
En Alemania, se está investigando cómo desarrollar combustibles a partir de los residuos de alimentos que se generan en los mercados mayoristas de frutas y verduras, así como en cafeterías, bares y restaurantes. El proyecto trata de fermentar esos desechos para obtener metano (al que ya han bautizado como Biodigestor) que luego se utilizará para la propulsión de vehículos que funcionen con gas natural.
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